martes, 18 de octubre de 2011

CRÍTICA: El árbol de la vida

UN LUGAR EN EL UNIVERSO

LO MEJOR: El poderío visual. Los niños.
LO PEOR: El abuso de ciertos recursos visuales. La poca importancia del papel de Sean Penn.


Bien conocidos son por igual el buen hacer y la fama de “tío raro” que atesora Terrence Malick. 38 años y sólo cinco películas, pero menudas películas: «Malas tierras», «Días del cielo» o «La delgada línea roja». Seis años después de «El nuevo mundo» vuelve más “raro” que nunca, dando rienda suelta a todo su lado poético y simbólico.

El paralelismo con «2001: Una odisea en el espacio» es bastante evidente tras la primera media hora de proyección. Asistimos tras una breve introducción de personajes a nada más y nada menos que a la creación del universo, a la de la propia Tierra y el Big Bang. Lo descolocado que uno se puede sentir queda eclipsado por unas imágenes de gran belleza y fuerza reforzadas por una música clásica que consigue abrumar. Estos momentos propios de un producto de National Geographic merecen ser vistos en pantalla grande y como ocurría con Kubrick, Malick los ha realizado aconsejado por reputados científicos y por primera vez ha empleado una gran cantidad de planos generados por ordenador.

Cuando uno reacciona y piensa que no está viendo un documental, pasamos a la historia principal de la familia protagonista. El surgimiento de la vida en la Tierra sirve de paralelismo al nacimiento de un ser humano del que seguimos sus primeros pasos. La condensación en la representación mediante secuencias cortas de las fases iniciales de un hombre es brillante y totalmente reconocible por cualquiera sea de donde sea. Esta vocación de tratar temas universales es uno de los grandes aciertos del film que Malick sabe reflejarlos perfectamente y sin esfuerzo.



La importancia que tienen por tanto los niños en la trama es fundamental y esto se resuelve con un gran trabajo de actores infantiles que se ven bien secundados por un correcto Brad Pitt y una Jessica Chastain que encarna muy bien esa figura idílica y algo bucólica de “mater amantísima”. El que queda descolgado es Sean Penn, descontento lógicamente con sus escasos minutos en pantalla que hacen de su papel como algo necesario para la trama de la película pero rápidamente prescindible en la memoria del espectador. Como ya ocurriera en anteriores trabajos, la posibilidad de que Terrence Malick haya grabado muchísimo más material es más que factible pero que podamos ver el film completo es algo bastante difícil. Todavía se espera la versión extendida de «La delgada línea roja».

«El árbol de la vida» no es una película fácil para el espectador medio, hay que ir sabiendo un poco a lo que se va. El abuso de ciertos recursos simbólicos y visuales, como los contraluces, son la sublimación de un estilo que Malick ya había cultivado anteriormente, sobre todo en «El nuevo mundo». No obstante la colección de preciosas imágenes y bellas representaciones metafóricas que inundan la cinta unido a la aparente facilidad con que trata de temas tan grandes, tan intemporales y la vez tan pequeños hacen de esta extraña sinfonía fílmica un producto que merece la pena ser visto por los espectadores más avezados.

Enrique Lop

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